LEMA ORANTE
“Sintonizar la voz del Universo”
JLP 21122025
La Creación está en perpetuo estado recreativo. Y, en consecuencia, lo creado se ejercita en la misma dimensión, aunque en otras proporciones.
Y en este sentido, comprobamos cómo la humanidad se aferra a sus costumbres, a sus normas, a sus códigos, a sus muestras creadoras, las cuales fija y atesora como el mejor bien.
Cierto, cierto es que, pasados y pasados tiempos, las costumbres se han y se han ido modificando, y ciertos criterios se han ido… ¿cambiando? –interrogación-.
La Llamada Orante nos advierte de esta contradicción, al evaluar por qué persiste el afán por conservar, atesorar… “algo” –lo que esté en ese momento más vigente y más propicio para rentabilizarse-, y no se expresa como Creación, el ser, en recrear lo que ya descubre, lo que aprende… Pareciera como si ya todo estuviera hecho.
Y en las culminaciones de repeticiones y repeticiones se vuelve a poner en evidencia que… ¿no hay nada nuevo? ¿Seguiremos con las fiestas de moros y cristianos? ¿Continuaremos con los ritos religiosos de las fiestas? El día de “no sé qué”, el día de “no sé cuántos”… ¿Qué aportan –como creación, como recreación- esos hábitos?
Hoy diríamos que esos hábitos aportan días libres, días de puentes –o “transatlánticos”, depende-. Y eso, y ese aparente cambio, ¿es realmente un cambio?
La Llamada Orante nos invoca a recogernos en nuestra naturaleza y exponernos a creativizarnos, a recrearnos de una manera permanente y continuada, sin tener el freno de lo costumbrista, lo habitual, lo…
Cierto es que, al contemplar la naturaleza del entorno, los delfines siguen una ruta habitual para sus cortejos, las arañas no han generado más patas que las que tienen, y las mariposas llegan en primavera.
Y en base a eso, podríamos decir que la “ritología” –permitamos la palabra- de la naturaleza es siempre la misma. Y sus variaciones son mínimas u ocurren cada muchísimo tiempo.
Eso puede ser un argumento para que, el ser, entronizado dentro de la naturaleza, justifique sus apegos, costumbres, manías… y, en definitiva, aposentarse en una posición teóricamente importante o teóricamente de poder, cada cual en sus niveles: desde los intocables, los menesterosos, hasta los ricos y poderosos.
Y mientras tanto, la función recreadora brilla por su ausencia. Se repiten moldes que no se evalúan, al menos con una cierta periodicidad. Y así se vuelven –claro- costumbres inamovibles y continuas referencias pasadas para justificar presentes rancios.
En estos transcursos en que ahora estamos, en los que el poder, con las características ahora de “economía” –como base de sustento fundamental-, que conlleva obviamente la confrontación para ver quién más, quién tiene más, quién más influencia posee… en todos los niveles de sociedades y en todos los elementos sociales, podría ser un signo de que, después de la batalla, vendría la innovación, la renovación, la recreación.
Pero han pasado muchas batallas, han pasado muchas confrontaciones, han pasado muchos perdones y muchas actitudes de disculpas, pero se vuelve. Se vuelve a un punto que representó en su momento una innovación.
Y, en consecuencia, de nada sirvieron las confrontaciones, porque vienen otras nuevas; “nuevas” en cuanto a recursos, pero idénticas en cuanto a resultados.
Todo ello es una auto-evaluación en la que nos compromete la Llamada Orante, de tal manera que, ante las habituales demandas, ritmos… nos planteemos la necesidad de innovar, como un pequeño paso –pequeño, muy pequeño- a la recreación; como un equivalente a una Creación que continuamente, permanentemente, se mueve, se recrea, se renueva…
E, insisto –e insiste la Llamada Orante-: aunque no llevemos esos ritmos estelares, tenemos la evidencia de que somos expresión, somos Ello, y deberíamos, en nuestra medida, reevaluar –al menos- las posiciones en las que cada cual se encuentra.
Una revisión –podría ser- de manías, gustos, apetencias, verdades… ¡Huy! ¡verdades! Sí; la cantidad de verdades que tiene cada uno, con el “yo soy así”.
Esa es la forma práctica que tiene el ser de aposentarse en sus dominios. Es como si tratara el ser de dominarse a sí mismo. Sí; como si existiera una fuerza que domina nuestras ansias creadoras.
Si además lo confirmamos con nuestro saber (sic) de nuestros códigos, nuestras lecturas genomáticas, etcétera, pues… parece como una repetición insaciable, sin salida, con un tope. Y lo que intuimos de la
Creación –de lo Misterioso del proceso- no tiene tope, no tiene freno, no trata de instaurarse.
Cada vez que contemplamos mínimamente eso que llamamos “universo” –que está bien por aquello de ser un verso, aunque no se trate así-, descubrimos que hay una incesante actividad, pero que no para, que no tiene freno.
Y obviamente, al comparar con nuestro movimiento, nos parece desorbitante, ya que lo nuestro es muy pequeño.
Mas… mas si recordamos que somos microcosmos, sería un buen punto para “sintonizar” la emisora del universo. Sí; sintonizarlo como cuando cogemos una radio y buscamos el dial de… tal o cual programa.
Sintonizar la actividad de la Creación en una de sus misteriosas expresiones –el universo-, del que conocemos apenas fracciones.
Quizás –hay que plantearlo así-, quizás con esa sintonía, los ritmos, modos, maneras… se empiecen a contemplar y a vivir de otra manera. Que sí, hará falta una serie de repeticiones, sí, pero en cada repetición habrá un matiz diferente, y llegará un momento en que esas repeticiones se conviertan en otra acción, en otra visión, en otro planteamiento.
Sintonizar la voz del Universo, hacer nuestros poemas vitales realmente “a imagen y semejanza”, porque somos Ello también. Y no hay nada que no sea Ello. Todo es Misterio Creador.
Pero pareciera como si se tuviera miedo a mostrarse, a destilarse en lo que somos, y hubiera un freno ¡propio!
¿De dónde sale ese freno?
Sale de la costumbre, de la educación, de la cultura, de todo lo que en principio consideramos bueno, pero que se convierte en una cápsula que nos envuelve y no nos deja ser, operativamente, expresiones creadoras.
Y, probablemente, ese freno se deba a querer mantener una posición de predominio, ya que al expresarse y al mostrarse como una Creación continuada no habría primeros ni segundos, no habría más importantes y menos importantes, no habría confrontaciones. Hay universo suficiente para todos los seres.
Y, en consecuencia, para salvaguardar mi posición privilegiada como expresión de Misterio Creador, reprimo esas expansiones porque perdería esa falsa hegemonía en la que hemos sido culturalizados en estratos de peldaños: o de arriba, o de abajo, o de derecha, o de izquierda…
Nada de eso existe. Lo manejó el ser en su trastoque… ante su asombro de ver lo que realmente era. No sabemos ni cómo ocurrió, ni cuándo ocurrió, pero tuvo una “descendencia” –en la que estamos-, en la que cada ser se consideró el rey, el príncipe, el… ¡el dios!
Y lo era, y lo es, mas no de la forma en que lo ejerce.
Las texturas de las formas de nuestras configuraciones, las texturas del pensar de nuestras elucubraciones y las texturas del amar de las creaciones están distorsionadas, están escalonadas, están separadas.
Y sólo hay una textura –por ponerle… y seguir con nuestro lenguaje de uno o dos, tres-: la textura de la Creación. Pero no podemos apoderarla con la razón, con la lógica, con la espiritualidad… con nuestro cuerpo. ¡No! Es que no es un motivo de apoderamiento.
Sí, sí. Es posible, ciertamente, que esta Llamada Orante en este sentido, resulte como otras recientes: difíciles, incómodas de asumir. Y más aún de practicar. Porque inevitablemente tenemos que seguir con estos instrumentos de lógicas, razones, explicaciones… Y los amores del ama-necer, dejarlos así, a la intemperie; que son los que en alguna medida nos dan un toque de cambio, de recreación, pero que se tiene muy poca confianza en ello. Sí, sin duda hay excepciones, claro.
Pero eso no nos consuela, porque en la excepción –cuando se habla de la excepción- se habla de eso, de que hay tal o cual excepción, pero se la muestra y se la desarrolla como algo inalcanzable. Voilà! Entonces no sirve de nada.
.- ¡Ah!, esta excepción…
.- Sí, pero yo tengo que seguir así, porque…
El amar y el amor se convierten circunstancialmente en excepciones, pero vivencialmente en “usar y tirar”. Y ya se define como procesos hormonales que ocurren; y aunque sean experiencias asombrosas o… mágicas –pongámosle el adjetivo más grandioso que encontremos-, aunque sean así, ya se terminan acostumbrando, y continuamente hacen referencia al pasado: “Porque antes era así, y ahora ya no es así, o ya no quiero saber nada de eso…”, o una infinidad de posturas.
Apostando –apostando, hay que apostar ahí; nuestro lenguaje realmente es limitado, muy limitado- apostando por esa sintonía de la Creación –“Radio Creación”-, podríamos decir: “Pues ya no soy así. No voy a ser así”. Es una apuesta; evidentemente, de riesgo. Porque si dejas de ser “así”, como la costumbre, la norma, la ley y todos esos condicionantes te han clasificado, pues probablemente vas a tener problemas.
¡O no! El problema residirá en que tú valores las respuestas y las condenas que se formen en torno a tu “ya no soy así”. Si las valoras, entonces sigue siendo igual.
Se nos presentan, estas opciones, como complicadas, como difíciles. Porque parece ser –y es así- que cualquier pequeño cambio se plantea como algo costoso, como algo difícil, como algo que nos puede perjudicar. Si sintonizamos con la “Radio Universo”, y hacemos una sintonía adecuada, eso no ocurrirá.
La “lo-cura” –lo que cura-, la locura de amar, de ser un amanecer permanente, continuado, se desentiende de lo normal, de lo correcto, de lo adecuado, de la verdad…
Y esto no significa que haya que sacar el sable y eliminar a los infieles. No. Significa una consciencia de amar, una actitud de sentirse Creación y Creador, una vocación de fidelidad a lo que nos revela, en cada momento orante, el Misterio.
Pareciera difícil, sí, pero todos los seres de humanidad tienen un instante en el que vivieron la locura de amar. Un instante. Ese instante es el promotor de la incesante actitud creadora. Y a él y a ello nos tenemos que referir, para poder –sin poder- sintonizarnos con la Creación, con el Misterio Creador. Que no es un escalafón, que somos todos misterios creadores, pero en diferentes plataformas. Pero es una sola. Pero que tiene multitud de caras, como un poliedro de infinitas carátulas.
Sí. Y bastaría un pequeño –pequeño- plus diario. Como cuando decimos: “No te acuestes si no has realizado un instante de bondad a lo largo del día”. Pues similar.
Tienes que, cotidianamente, como si fuera una costumbre –y no lo es- recoger, de ese instante de locura, la consciencia liberadora de experimentar para transformar y transformarnos, dentro de esa cápsula, en algo que puede abrirla. ¡Y claro que puede abrirla!
Sí, claro: hacia lo desconocido. Por supuesto.
Lo conocido es lo que nos hace arraigarnos y espetarnos continuamente: “Como la tarta de la tía Manola no hay ninguna”. “Como el gazpacho de tal… como la evidencia científica de cual… como la ley… no hay…”. Y así, todo eso, es un eslabón de esclavitud.
Y está bien recordarlo para no caer en ello… y entrar en lo desconocido
Que el creer nos facilita la posibilidad de estar sin susto, sin miedo.
Las nubes no se preocupan de hacia dónde ir. El viento las mueve, y el propio viento no sabe por qué; ni se lo pregunta. Pero ello nos da la luz, la claridad, la lluvia, la nieve… siempre diferente.
Como nubes a los caprichos del viento, así sintonizamos con el Misterio Creador.
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