LEMA ORANTE
“Que no se haga nada que no sea con la intención amorosa de realizarse”
JLP 14122025
Y las… ¿culturas?... predominantes, preponderantes, tratan de llevar a esta humanidad hacia el desasosiego del triunfo, hacia la vanidad del poder, hacia la propiedad de la tierra, del cielo…; a hacernos propietarios de lo que nunca ha sido nuestro –y realmente, nada nos pertenece-.
Y el transcurso actual trata del placer de inmediatez, de la precipitada huida y la cotidiana vulgaridad que supone la pérdida de identidad y la simulación, con el consiguiente estado comparativo de lo triunfante, de lo importante, de lo llamativo…
Es un estar de –además del “usar y tirar”-, es un estar de la comodidad: esa sugerente y amable idea de, en alguna medida, tener suficientes esclavos –bien sea humanos, bien sea animales, bien sea tecnología, bien sea estructuras- que suplan nuestro esfuerzo, que suplan la actividad.
Y estamos en un importante mensaje de renta en el que los convenios, las alianzas, los conjuntos de producción, renta y beneficios son tan frágiles que no existe la fidelidad, la entrega o la dedicación.
Excepciones, por supuesto, en todo.
Hay toda una trama –nos advierte la Llamada Orante- de convertirnos en “traga-consumos” que estén siempre exentos de responsabilidad, puesto que la ley se encarga de un juicio consensuado de: “da igual”, “tampoco es para tanto”, “no hay que preocuparse”, aunque las residencias carcelarias estén repletas, rebosantes.
Pero… –y aquí hay que prestar atención- ¿son cárceles sólo las que tienen rejas, controles, vigilancias, privaciones de libertades? –¿libertades?-. ¿O también hay otras cárceles que no tienen aparente condena, que no han tenido tampoco juicio, que no se sabe cuánto durará la pena?
Ni condena, ni juicio, ni pena… Pero, ¿entonces…?
Sí. Son cárceles de hambre de poder, cárceles de angustias, cárceles de depresión, cárceles de enfermedad, cárceles de combate, cárceles de economía, cárceles de ideologías, cárceles religiosas…
¡Hay más!
Recientemente, en estos días, nos daban la noticia de que dos niñas de 15 y 16 años se habían suicidado en un parque. Y los amigos aseguran que sufrían bullying en el colegio. Desconocemos si fue por eso esa decisión, pero seguramente tuvo mucho que ver.
¿Estaban presas, o no?
Es relativamente frecuente –relativamente- que el preso se agreda, se desespere, se exponga a la violencia como método de rebeldía. Y otros se decidan… autolisis urgente, y precisen del llamado “preso de confianza” para que le vigile.
¿Cuántos… cuántos presos de confianza tienen los que están libres? No ya solo para evitar un posible suicidio, sino para asesorar, ayudar, servir, cuidar… al deprimido, al ansioso, al vulgar, al violento, al prejuicioso.
Pocos.
Y realmente, ¿se es consciente –en sociedad, en general- de estar encarcelado por las deudas, las hipotecas, las faltas de vivienda, faltas laborales, paro, colas de hambre…? Se puede seguir con más datos.
Seguramente no son muchos; quizás en este país tres millones. “¡Bah! ¡Tampoco es tanto! Habiendo 50 millones, que tres millones estén fuera del criterio de presos no es demasiado” –podría decirse, ¿verdad?-.
Y podría uno preguntarse: “¿Y quién encarceló a estos que aparentemente no están presos? ¿Quién los encarceló?”.
La propaganda, el poder establecido, el engaño, la mentira, la persecución…
Así que tendríamos, o viviríamos, en un sistema carcelario. Depende de a qué nivel se pueda considerar.
-¿Están –es una pregunta- están presos los emigrantes? Que se les explota, se les hacina, se les desprecia, se les usa…
-¡¡Ah!! Es que no tienen papeles.
-¡Papeles!... ¡Ah! La cárcel de papel, que decía.
O sea que no es cierto que este lugar del universo, donde se alberga algo que se llama “vida”, tiene la libertad para…
-La ¿qué?
-Bueno, la posibilidad de moverse y estar donde se quiera y como se quiera.
-¡No!
Ya se habló de “las cárceles del alma”. ¡Ay!... ¡Qué barrotes tan terribles!, que no se pueden romper.
-El alma.
-¡Ah! ¡El alma!
-¿Son otros seres, las almas? ¿O los almados?
-¡Ah! Los almados.
-¿Están presos porque no se les permite cumplir sus ideales, sus proyectos, sus fantasías, sus credos, sus rezos, sus costumbres, sus...?
-Ah. A lo mejor también.
En consecuencia, todo parece indicar que la humanidad se empeña en domesticar –¿más?- a la propia humanidad.
Quizás en otro tiempo –aunque se sigue usando ahora-, la esclavitud era el método: con grilletes, con castigos, con... ¡bueno!, todo lo que hemos leído y nos han contado. Pero a lo mejor no era muy rentable, así que se optó por domesticar.
¡Ah! Es, en realidad, una forma –iba a decir “sutil”; no, no es sutil- corriente de esclavizar: lo domesticas. Y al estar domesticado, pues ¿qué hace un domesticado?: Obedecer lo que le manden, comer lo que le digan, acostarse cuando le obliguen, tener su casita o su sitio, pero… opinar, ¿para qué?
Sí. El domesticado siempre tendrá la idea de que el amo...
-¿El “amo”? Eso suena a esclavitud.
-Pues sí, claro. Pero es lo moderno. El amo… pues es el que nos da de comer, el que nos da la pensión, el que nos permite el préstamo. Es el amo.
Que luego se llame Estado, Gobierno, Banco, Plataformas o... ¡Ah!... Cada amo tiene derecho a llamarse como quiera.
“Domesticar”…
Y además se le puede tener como contento: se le pueden poner balones para que juegue, se le pueden poner parques temáticos para que se diviertan, se les puede incluso vestir…
-¿Vestir?
-Sí, sí, para que no pasen frío, para que estén frescos… Se les puede ofrecer saunas, se les puede ofrecer cruceros. ¡Claro! A un domesticado hay que cuidarlo también, para que rinda. Y sobre todo, para que dé el placer… sí, dé el placer de que el amo sea consciente de que todo depende de él.
Y la domesticación es muy útil, porque no se tiene la sensación esa de… esclavo de grillete. No. Se cambia el grillete por vacaciones en verano, por vacaciones de puente, por… Se hace así como... “¡Ah! ¡qué bueno es el amo!, que nos cuida, que nos dice lo que tenemos que hacer, lo que tenemos que pensar”… Con elegancia, eso sí, sí. Con partidos que se agrupen y se...
¡Ah! Y es curioso, porque en la moderna domesticación, es importante que los domesticados estén muy favorables a sus amos, y defiendan a sus amos, y se enfrenten a otros domesticados.
¡Ah!...
“Amo”. ¡Qué curiosa palabra! Sí. Se interpreta como el poderoso que domina, pero también “amo” es algo que tiene que ver con amar. ¿Amar?
Ya se describió en otro tiempo el síndrome de Stockholm. Algo así, algo así. Lo que pasa es que ahí el domesticado se da cuenta, pero termina admirando a su captor, a su secuestrador. Porque se da cuenta de que es más listo, es más inteligente, tiene ideales, tiene proyectos… y se depende de él en un 100%.
Admirable.
Sí. Pero volviendo a la palabra “amo”, es que… es dura, ¿no? Porque se dice “el amo”.
Es más, es muy corriente entre los domesticados resaltar a... –suena fea la palabra- “al puto amo”, ¿verdad?
Lo habrán oído, lo habrán escuchado. Y es un orgullo tener en el conjunto, en el grupo, a ese... a ese amo.
¡Se le ama!
O sea que no es tan malo. ¡Qué... qué sutil –sí, aquí podría valer la palabra “sutil”- manera de manejar y convertir, a un ser que en esencia es liberado, en un ser domesticado! Que se sienta contento con su amo, que le ame, y que nunca se plantee… En todo caso –en todo caso-, se plantea él ser amo también.
Y, de hecho, se le utiliza al domesticado para que sea amo de otros rebeldes que no se dejan domesticar.
Cárceles físicas, cárceles del alma, cárceles aparentes libertarias con domesticados ciudadanos…
Salvo excepciones, con este recorrido sólo podemos decir que estamos presos.
Y la Llamada Orante nos orienta, con esta versión, a que nos… ¿analizar?... no, analizar, no; a conversar con uno mismo, a conversar con otros, a vislumbrar rendijas libertarias, valientes.
¿Son valientes los domesticados? No. Quizás no sepan qué es eso.
Es posible –sí, claro- que, a fuerza de la costumbre de ir así, como se describe, esta advertencia orante pueda parecer ¡exagerada!, ¡muy exagerada!
Es curioso –a propósito de los amos y los domesticados-. Hay una propuesta en el Congreso de propagar otra forma –otra forma- de enfocar la enfermedad tumoral, las neoformaciones, que no sea con esa actitud bélica. Y grupos de enfermos reclaman que se retire del léxico –no dicen “del amo”, pero lo vemos así ahora, aquí- ese lenguaje bélico que gravita sobre este estado adaptativo de salud.
Se ve que el amo… se ha descuidado un poco. Y efectivamente, en esa situación adaptativa de salud, el lenguaje guerrero y violento es continuo, empezando por “maligno”, siguiendo por la expansión, continuando con los tratamientos, advirtiendo del oscuro futuro que se espera… y un largo etcétera de controles y ensayos.
Es una propuesta, sin duda, que adivina una rendija de que puede ser diferente… –aunque se siga domesticado- puede ser diferente la domesticación, y quizás se lleve mejor lo que perturba, lo que daña, lo que hiere.
Y en lo domesticado estaba el “amo”…
-“¡Amo!”… ¿El amor?
-Sí. En el amo se concentran los privilegios de dar, de surtir, de cuidar, de vacunar, de advertir al domesticado “que”… para que tenga, para que esté… porque no tiene luces para alumbrarse en su cuido.
-¡Ah! O sea que el amor –¿el amor?-... el amor ¿pertenece a los amos?
-Es buena pregunta.
-Entonces, los domésticos, los domesticados, ¿qué es lo que hacen?
-Quieren que se les mantenga su estatus, quieren estar cerca del amo, quieren tener equivalentes como el amo, quieren un cierto poder sobre otros domesticados, quieren…
-“Quieren”. ¡Ahhhh!
-Porque “querer es poder”.
Así, visto desde una óptica un poco lejana, sólo podría decirse:
-¡Esto es terrible!
-Sí.
-¡Merecería hacer una revolución y una protesta colectiva!
-Sí.
Y en toda esa… ¿maraña? –“maraña es poco-; en toda esa perspectiva que nos muestra la Llamada Orante, ¿qué papel ocupa el amanecer? Sí; el que nos amen y por eso despertamos.
Ese es el único papel.
Sí… Había esclavos por no tener papeles, y buscamos los papeles que nos corresponden, y buscamos qué papel es el nuestro, qué papel nos toca hacer en tal o cual representación o en tal o cual sociedad. ¿Qué papel?
Bajo la perspectiva de la Llamada Orante sólo hay un papel: Ese “amar”…
Ese amar que se referencia en lo creado, ese amar que se visiona en lo sentido, ese amar que se amplifica en lo cuidado, ese amar que se siente en lo acontecido, ese amar que aparece en la casualidad, ese amar que nos sorprende al enamorarnos, ese amar que nos matiza en la necesidad de admirarnos, acercarnos, fundirnos. Y sentir que somos esa realidad, que realmente somos amor, conformados y diseccionados por cabeza, tronco, extremidades, hígados, bazos, riñones, cerebros…; todo eso es apariencia.
El aliento enamorado, ese que entusiasma con el proyecto, con el proceso de acercarse, esa sutil o evidente esperanza que nos hace ¡vibrar!, que nos hace ¡crear entusiasmo!, ese… ese es el único papel.
Ese papel que nos permite descubrir todo lo anteriormente escuchado. Ese papel que nos “deslinda” de otros papeles, de otros barrotes, de otras cárceles del alma, de otros domesticados procesos.
Y aunque aparentemente estemos en esa trama –diríamos que inevitable, por cuestiones del lenguaje-, en realidad estemos en sintonía con la sutil consciencia de que somos Creación, de que nuestro estar es el mismo que la Creación, y que nos corresponde ese quantum de descubrir, creativizar, crear. Sin dominio y sin poder. Con la admiración que se produce entre unos y otros, para poderse confabular en la risa, en la alegría, en la planificación, en las expectativas de esperanza de “ahora”, de “luego” y de “más allá”.
¡Ay! ¡Qué ruta… qué ruta de materia sin ánima nos rodea! Y claro, tiene ánima, por supuesto, esa materia; si no, no se ejercitaría. Pero tiene un ánima esclava… que engaña, que corrompe. No es la que corresponde a nuestra naturaleza. No es la que es.
Pasar por ella es desolador.
Y la oración nos viene al rescate.
A despertarnos en nuestros seres libertarios, a despertarnos en nuestras responsabilidades, a aceptarnos en nuestras equivocaciones… aparentes.
Es perentorio modificar el lenguaje, su significado, y reevaluar las palabras… para que no sean esclavas. ¡Sí!
Porque las palabras se hacen esclavas también, se hacen domésticas también: la esclavitud de la palabra, esa que se rige por la norma, la ley, el orden concreto, y que nos dicen “te has equivocado”. Y no nos hemos equivocado. Somos Creación y no hay error. Pero si la creación se subleva y asume el poder, y hace una pirámide de descendencia, entonces no estamos en ese “amar como la mar”, que nos inunda y que nos gratifica.
Y así podríamos decir, como vía de inmediata actuación:
Que no se haga nada que no sea con la intención amorosa de realizarse.
Que cada pensar tenga la tilde del amor.
Que cada idealismo tenga la suficiente bondad como para no dañar.
Que cada admiración sea un sutil instante enamorado que replica por todos los lados.
“Por todos los lados”.
Áaaamen.
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