LEMA ORANTE
“Confianza, esperanza, perseverancia”
JLP 29062025
Y la Llamada Orante nos hace referencia a la confianza.
Y es así que, en el transcurso actual, prima la desconfianza: no dar confianza, no tener confianza.
En todo: desconfiar de lo que se come, de lo que se respira, de lo que se escucha, de lo que se hace.
Y lo que es más trascendente en el vivir: la falta, la minusvalía que se da a la confianza en el Misterio Creador.
Esa confianza se fue diluyendo en las religiones politeístas, para tratar de concentrarse las monoteístas.
Pero entre ellas se disputaban quién era el… el “mono”; quién era el auténtico. Y así se sigue, con lo cual la desconfianza se hace mayor. Y queda casi reducida a la ocasional, circunstancial y excepcional necesidad, en la que, a falta de recursos propios y ajenos, se recurre a confiar en lo Supremo. Pareciera que es un poco tarde.
Y esa desconfianza, procedente de esa pérdida de vínculo con el Misterio Creador, hace que cada ser vea a “el otro” como un competidor, como un enemigo, como un posible detractor o –en definitiva- como un peligro.
Y eso se incrementa hoy en día con todas las migraciones, con todas las nacionalidades.
El individualismo ególatra –puesto que somos descendientes del Misterio Creador- se erige en propietario, dueño, señor… y, en consecuencia, poseedor y dispensador de la verdad y verdades.
Los núcleos comunes son muy minoritarios, y el individualismo gana en la creación de conflictos, competencias, discusiones, divergencias…
En realidad, se ha vuelto al politeísmo, pero combativo, personalista. Antes era un politeísmo ambiental: hacia la tierra, hacia el sol, hacia el viento, hacia el mar… Algo que era común a todos. Ahora las divergencias son tan tensas que las guerras vuelven a tomar un gran protagonismo; tanto las guerras como tales –de destrucción, de hambre, de persecución, de castigos- como las que se establecen entre partidos, entre grupos.
Es como si cada ser, sintiéndose divino, ve en el otro su divinidad y discute para ver quién es el auténtico, el verdadero. Se puede traducir diciendo que es una guerra entre egos, entre idólatras, ególatras… Bien. Pero la raíz está en nuestra herencia –en nuestra herencia desde el Misterio Creador-, por nuestra naturaleza divina.
Al perder esa confianza…
Que, obviamente, no se pierde del todo. Se pierde bajo el concepto, la razón, la lógica, el materialismo imperante de cada individuo. Pero lo que es evidente, bajo el Sentido Orante, es que el Misterio Creador no ha perdido su confianza en la creación, en lo creado. Mantiene su asistencia, su inmanencia, ¡su presencia!... para aquellos que buscan fuera de su egolatría, para aquellos que meditan sobre su sentido, para aquellos que contemplan la infinitud, para aquellos que oran en plenitud.
Y es así que a través del orar… se han gestado actuaciones sanadoras.
Y es así como podemos descubrir ese fino hilo de conexión que nos ampara, que nos cuida, que nos mantiene y nos entretiene.
Confiar en nuestras capacidades, en los dones que nos han suministrado, interpretarlos bajo ese criterio, nos permite confiar en nuestro hacer, en nuestro servicio, en nuestra disponibilidad. Y en esa medida podremos ser una vía de contagio para los que desconfían.
El testimonio de la confianza –a pesar de los engaños, de los fracasos, de las decepciones- es fundamental para que todo ello quede frenado, para que el que desconfíe se vea implicado en otros que confían, para que el “desconfiador” habitual se sorprenda de que confían en él.
Pero esa confianza dada a todo lo viviente debe darse a través de la confianza previa del ser, al Misterio Creador. Porque cuando sólo es una confianza razonable, lógica, personal, pronto se hará desconfianza.
Y no se trata de –como se suele decir- si se confía en esta especie humanidad, o no. Se confía en el Misterio Creador, que hace posible –a su vez- el misterio de la vida. Y en base a ello, todas las distorsiones en las que nos vemos envueltos se ven bajo la óptica de la confianza, de la esperanza.
Sí. La confianza se hace un entrelazado con la esperanza, puesto que la perseverancia –la tercera palabra- es fundamental que esté ahí.
La confianza perseverante hace posible que la esperanza esté viva, esté despierta, esté dispuesta a contemplar cómo está, cómo vive y cómo evoluciona según el Misterio Creador.
Hoy… –sí- hoy se hace difícil confiar, se hace bastante difícil perseverar, y la esperanza se presenta como desesperanza. No se espera que –como se suele decir- esto cambie. No se espera que esto sea diferente. Y así entra el ser en la rutina, en el agobio, en la defensa, en el ataque; en recluirse en su limitada actitud-presencia, o lanzarse a esgrimir sus valores prepotentes, los cuales, cuando se empoderan, hacen que los demás aún pierdan más las pequeñas esperanzas.
Cada vez que se contempla la exuberancia, la altura del árbol, pareciera que está ahí así, desde siempre.
Pero ha sido la perseverancia del rocío, la perseverancia de lo viviente en la tierra, la perseverancia de las raíces que rebuscan… lo que ha hecho posible que, transcurridas perseverantemente, confiadamente, el árbol se haga presente.
Sí: “la perseverancia trae ventura”. Y con ella se acoplan la confianza y la esperanza. Una esperanza que sabe esperar, pero que no ceja en su perseverar.
Pareciera mentira que de esto se tenga que hablar como referencia de Llamada Orante, puesto que la historia –esa que se cuenta, que se dice: trucada, manejada, manipulada o no- nos ha mostrado que… todo es posible. Que los imposibles de cada época o momento se volvieron posibles. Que las barbaries que parecían interminables… se doblegaron.
Sí. Podría decirse que, a golpe de milagros, el Misterio Creador actúa. Y casi se podría exclamar, decir: “¿Qué sería de nosotros si no existieran los milagros?”.
Bajo el Sentido Orante es evidente, claro y contundente. Pero en lo cotidiano, el ser baja de revoluciones, de vibraciones, y se centra más en sus capacidades; ¡que debe ejercerlas, sin duda!, pero bajo el halo de ese milagro que nos da la existencia, que nos da la permanencia.
Y que, sí, se dirá que también nos da las catástrofes, los desastres, los dramas y las tragedias, con lo cual, casi habría que poner una balanza. Pero es una pésima interpretación.
Cada vez queda más en evidencia que ese estilo de vivir en base al desarrollo de la inteligencia y de las capacitaciones del ser, es lo que promueve y provoca esos desastrosos milagros. Y que obviamente, bajo la ‘ego-endolatría’, el ser culpa o hace responsable al Misterio Creador porque ello ocurre. Y ello ocurre por la trasgresión que hace el ser a su naturaleza divina.
Nos gestaron en el Universo como libertarios transeúntes, militantes de misterios, milagros y fantasías.
Nos gestaron como nómadas peregrinos que se saben inmersos en un Misterio Creador sin límites ni fronteras, con esa palabra de “Eternidad”, que se nos hace imposible por lo limitante que el ser se ha declarado en base a su dominio, control y poder.
Nos gestaron entre galaxias, novas, supernovas…; infinitud de infinitudes que hoy podemos contemplar como si fuera adorno; como si eso no fuera con nosotros.
Y es ahí, en la medida en que el ser descubre su procedencia, estancia, desarrollo y evolución en el universo, en que, inevitablemente, la confianza, la perseverancia, la esperanza están ahí vibrantes, en una fiesta de evolución, de transformaciones, de cambios, de transfiguraciones.
Nos llaman a cumplir nuestro peregrinaje liberador, con nuestro testimonio perseverante.
Nos llaman, en esa adaptación creativa complaciente, para que nos ejercitemos sin la carga de poder, sin la carga del dominio, sin la carga de la crítica, sin la carga de la desconfianza. Más bien con el recurso de confiar en nuestro peregrinaje.
Que nos llevan.
Que el Amar intencionado sea el motivo de Misterio en nuestro estar.
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