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LEMA ORANTE

“Escuchar lo que la Creación insinúa sobre nosotros ”

JLP 24112024”

Se transita en el vivir con todo el andamiaje –cultural, intencional, organizado y estipulado- que va a condicionar la identidad de cada ser a la hora de descubrir, aprender, adaptarse, relacionarse, convivir. 

 

Pareciera como si los seres, en su programación –que sufren a lo largo de los primeros momentos de su vida-, no tuvieran ese… “orificio” de otra dimensión, de otras perspectivas. Y cada cual se atrinchera en sus principios –¿principios?-, en sus verdades –¿verdades?-, en sus sentires… Pero todo ello adquiere una preponderancia tan grande, que no se percibe, no se escucha, no se valora, no se evalúa lo que otros piensan, sienten, calculan. Y es así que la contienda está servida, ya que el convivir es inevitable: con aquel, con aquella, con aquellos, con nosotros… Somos seres sociales, aunque el comportamiento sea antisocial. 

 

Y cada cual defiende su posición con las mejores armas. ¡Armas! Armas de palabras, actitudes, posiciones… que garantizan la continuidad del enfrentarse.

 

Esta garantía de enfrentamiento no conduce al desarrollo de nuestra naturaleza. 

 

Y no es cuestión de revisar, reevaluar, reconsiderar…; que está bien –está bien, sí- y es necesario –sí-, pero la Llamada Orante nos recuerda insistentemente que tenemos otras perspectivas, otras realidades, otras sensaciones, otras vivencias… que habitualmente quedan suspendidas o en los sectarismos o en los radicalismos o –sí, también a veces- en instantes liberadores. 

 

Y ahí está el Llamado Orante: el asumir esos instantes liberadores, esa otra perspectiva que gravita sobre los seres; ese ama-necer que nos permite nacer por el amor que nos derraman…; esa actitud virtuosa que adorna a la humanidad, de “sentir”: de sentir en ese otro plano, de sentir en esa consciencia de amor de la que tenemos un pequeño destilado, que es con el que nos arreglamos. 

 

En consecuencia, podríamos decir que, en ese transcurrir –además de revisar, reparar, reconsiderar, desarmar nuestras posiciones-, darle esa preponderancia, ese privilegio que no es tal, es expresión de la Creación, que es lo que somos. Darnos esa opción de ese pequeño orificio que queda, que está, que estará, en el que se nos ve con sentido solidario, con sentido comprometido, con sentido de adaptación, con sentido de escucha, con sentido de escuchar antes al otro y después escucharme a mí… para que así no haya una preponderancia, para que así podamos darnos cuenta de las divergencias de percepción.

 

Recientemente, por ejemplo, hemos vivido –y vivimos como coletazos- ese terrible drama de la “DANA” o “gota fría”. Y hoy descubrimos que los que tenían la responsabilidad, los que tenían que tener el conocer, el saber, la capacidad de decisión por el cargo que ocupaban –y en esa onda, un largo etcétera- no actuaron, no dieron la respuesta para lo que estaban preparados, diseñados. Y eso hubiera colaborado, sin duda, en que la catástrofe hubiera sido –las catástrofes personales- hubieran sido menores.  

 

Pero los puntos de vista de cada uno difieren. La interpretación de unos es “A”, y del mismo hecho hay interpretaciones del resto de palabras del abecedario.

 

De igual forma, a nivel mundial hemos vivido esas competencias, esa competitividad de líderes en busca del poder, utilizando todo tipo de insultos, todo tipo de descrédito.

 

Una guerra…; terminada la cual, con un vencedor, los vencidos han de plegarse a las condiciones del ganador, y por muchos adornos que quieran poner a las palabras solidarias, se nota el resquemor del haber perdido.

 

Escenarios diferentes, locales e internacionales, nos muestran esa divergencia “confrontadora” en la que cada uno conoce su versión, pero desconoce la versión del otro, de los otros.

 

Y, en consecuencia, como el mundo no está hecho a nuestra medida, sino que nosotros nos tenemos que adaptar creativamente a ese mundo que progresivamente es creativo y evolucionante, si no es así, la confrontación, las divergencias, los enfrentamientos serán la norma, como ha sucedido hasta ahora. Según qué años se cuenten, unos llevan 2024 años, otros llevan 5785 años, otros... Calendario arriba, calendario abajo, esas posiciones apenas se han cambiado.

 

Y cada ser, a lo largo de su trayectoria, cambia –¡aunque no quiera!-, modifica pequeños parámetros, y tiene oportunidades “continuamente” de traspasar la obligación para hacerse liberación.

 

Traspasar la obligación para hacerse liberación.

 

Pero si cada individuo, cada pueblo, cada comunidad, cada país, se queda en sus principios, en sus reglas, en sus normas, evidentemente los vecindarios van a sufrir continuas divergencias.

 

Pero la Llamada Orante nos transmite que, por encima, por los lados, por arriba, por abajo, ¡tenemos otra realidad!... que nos mantiene, nos entretiene, nos dota…

 

Y otra realidad de cuido, otra realidad de posibilidades que, a través de la Llamada Orante, se muestran, se insinúan, para que efectivamente vayamos, en el cotidiano estar, desde la obligación de mis razones, de mis verdades, de mis obligaciones, hacia las liberaciones; hacia esas otras posiciones en las que lo aprendido, lo heredado, lo personal… empieza a perder protagonismo, y empieza a ganar lo universal, empieza a ganar protagonismo lo Eterno, lo Infinito.

 

Sí. Conceptos que gravitan… y se resisten –siempre se resistirán- al dominio y al control del ser.

 

Y así, no existirá esa verdad de esa religión, de esa filosofía… como algo verdadero y auténtico.

 

Y, si no existe, dejará de condicionar permanentemente nuestras capacidades, y empezaremos a abrirnos a las virtudes de la Creación.

 

Pero ya es cierto, ya es cierto que si “en un Principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y nada se hizo sin ella” –como cita el Evangelio de San Juan en su introducción- y tenían las palabras un valor, hasta el punto de que eran sello, eran definición y eran identidad de los que las pronunciaban, hoy estamos en ese “armamento” de enfrentar una palabra con otra, de camuflar palabras con el tono, que se convierten en distónicas e hirientes, pero en apariencia “normales”.

 

Y es así que el ser –guerrero, ya-, el ser guerrero se define con sus palabras –las que él cree- y desautoriza las palabras de los otros. Y, en consecuencia, las palabras quedan, para unos, medio vacías; para otros, vacías; para algunos, llenas…

 

Pero en general se hacen armas…

 

Armas de precisión…

 

“Nos armamos”… –fíjense qué diferencia tan sutil, y a la vez tan definitiva- “nos armamos” o “nos amamos”.

 

Sí. Se hacen unas abismales diferencias.

 

Y habitualmente “armamos”. Y el “amamos” está ahí como pidiendo una oportunidad.

 

Surge, quizás, cuando las armas están descuidadas.

 

Surgen como cuatro pilares: “armamos”, “obligamos-obligados”, “liberados” y “amamos”. Como si fueran cuatro palabras claves para buscar una sintonía en la que la “erre” –el arrastre de las armas- se diluya, y la obligación –como expresión de castigo, dominio, dominado, controlado- empiece a ser un dedicado afán de virtud… en el servir desinteresado.

 

El silencio se hace cómplice de buscar las palabras precisas, las que estén en sintonía con esa liberación y ese amarse…; las que disuelvan el armarse continuado y la obligación de obligarse y obligar.

 

Y así –como decíamos al principio- ese acto de replantear, reconsiderar, reevaluar, empieza a tomar otra dimensión, si abrimos las ventanas de ese amarse y no armarse, de ese liberarse y no obligarse ni obligar.

 

Darse la oportunidad de… dejar de ser lo que se es, por un instante, y escuchar lo que la Creación insinúa sobre nosotros, que está ahí.

 

No hay límites en el amarse y en el liberarse.

 

En el obligarse y en el armarse, el límite está en la violencia y en la ganancia. Y para volver a empezar…

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