top of page

LEMA ORANTE

“Todo nos es dado por la Creación “

JLP 02032025

 

Desde que tomamos consciencia de vida, estamos recibiendo y recibiendo… y recibiendo… y ¡recibiendo!… un inagotable caudal de casualidades, circunstancias, genética, epigenética… “Recibiendo”.

 

Esto, que debería conducir a un dar en justa equivalencia, evidentemente no se produce. Basta ver el estado de los continentes y… la evolución que está llevando la vida. 

 

El tomar consciencia de que todo “se te da”- –y que no es por tu especial o particular actividad, ahorro… no, aunque eso está ahí, sí-, esa consciencia debería estar muy, muy, muy, muy pulida. 

 

¿Por qué? Porque, primero, a ‘todossss’ –plural- se les da. A cada uno en su circunstancia y en sus… Y entonces, consecuentemente –¿verdad?-, no hay quien necesite de otro. Como necesidad. Ni siquiera el hijo, de la madre, porque hay una simbiosis de madre e hijo, lactancia, etcétera, que no se debe interpretar como una necesidad sino como algo absolutamente automático.

 

Pero, ¿qué ocurre? Que los seres –en general-, a través de generaciones, al verse dotados de todo, se lo toman como algo conseguido, propio; y, en consecuencia, cada vez que son intermediarios de una ayuda… 

 

Porque ayuda-ayuda personal no damos, sino que esa Creación que todo lo da nos utiliza como intermedios, como intermediarios. Pero, claro, si cada uno piensa que es por sus méritos, por sus recursos, por su suerte, pues cada vez que tiene que intermediar para ayudar, para calmar, para lo que sea, lo identifica como un… aporte… personal.

 

A partir de ahí se ha ido generando el colonialismo, el neocolonialismo, la esclavitud y todo tipo de… chantaje.

 

Que empezaba bien, sí, pero luego se hacía: “Es que yo hice esto por ti”, “es que yo te ayudé cuando tú…”, “y entonces estás en deuda conmigo porque…”. ¡Uhhh! 

 

Eso, hay miles de cientos de millones de miles de millones de historias así. La humanidad está escrita así.

 

¡Pero esa no es la verdadera humanidad! ¡Esa es la humanidad que se ha escrito!, cargada de error, sin ver la virtuosa Creación que actuaba permanentemente. 

 

Y así ¡se imponen ayudas!, ¡se imponen enseñanzas!, ¡se imponen aprendizajes!, ¡se imponen!…

 

Pero es que éste no quiere aprender. Pero es que éste no quiere que le enseñen. Pero es que éste quiere vivir… ¡así! 

 

Pero los que se sienten con el don de la supremacía de la cultura, de la salud, del control, del dominio… no recapacitan; no piensan que puede haber “alguien”… –véase los demás- que pueden solventar ¡con los mismos recursos que los que se protagonizan! ¡Con los mismos! Que son los que da la Creación, pero a cada uno se los da de diferente proporción, composición. 

 

Hay una tendencia ¡atroz!, ¡atroz!, ¡atroz!... a crear dependientes; no ‘interpendientes’, como hemos dicho tantas veces –y que, bueno, pues creo que pronto nos vamos a cansar de decirlo-. ¡Pendientes!

 

¡Dependientes! Para que nunca ninguno pueda “por sí mismo”. ¡Que no es por sí mismo!, pero se crea esa idea. 

 

Es como la mala educación que no educa al niño a su paso, a su desarrollo, para que sea capaz o autosuficiente. ¡Que nunca es capaz ni autosuficiente!, ¡porque le viene dado por todo! Pues eso: cuando eso no se produce de forma adecuada, el niño se vuelve una inutilidad; una ‘i-un-ti-li-dad’. ¡Qué pena!, ¿no?

 

¿Cuánto tiempo necesita una persona útil y capaz para hacer a alguien débil, inútil e incapaz? ¿Cuánto tiempo? Uno, dos, tres, cuatro… no llega a diez días. 

 

-¿Tan poco?

 

-Así de poco.

 

Eso es lo que trata de hacer el Estado, los políticos, la economía, las amistades, etc., ¿verdad?: inutilizarte.

 

Para hacerte dependiente, ¡sin que lo seas!

 

Para que estés agradecido. Para que estés dependiente y… ¡y seas buen chico!, ¡seas buena chica!: “No se te ocurra ninguna travesura, porque con todo lo que yo he hecho por ti, ¿cómo se te va a ocurrir...?”

 

La Oración ahora nos advierte… más que nunca, de nuestra consagración con la Creación. ¡Con la Creación!

 

¿Que congeniemos con lo virtuoso y con lo sagrado y lo demás? Perfecto. Perfecto. 

 

¿Que reconozcamos el amor hacia otros, porque en esos otros está el amor de lo divino? Perfecto. Perfecto.

 

¡Siempre y cuando no usurpemos nuestra verdadera “genealogía”, estaremos en la perfección! 

 

Ahora bien, es tan fácil caer en la fácil hipocresía de la lástima, del cuidado, del etcétera, etcétera, etcétera, que hemos visto tantos arruinados por ese mecanismo, que es menester advertir.

 

La liberación que se nos dio a la vez, que se nos da permanentemente en nuestros recursos, ¡no es negociable! Porque depende de nuestra relación con la Creación. ¡No tengo que negociarla con ningún otro ser humano! ¡No es digno de ese nivel! ¡Ninguno!

 

Y puesto que el que me ha dado esa liberación no negocia conmigo, porque no tiene necesidad, y yo soy incapaz de negociar con Él porque… no es algo negociable, ¡¿por qué he de negociar, entonces, mi situación, mi posición, mi labor, mi actividad, mi… con otros?! ¿Negociarlo con otros…? 

 

¿Por qué? 

 

¡No es negociable! 

 

Podemos negociar si me pongo la chaqueta de cuero o los calcetines marrones o… O si vamos en tren, a caballo o en helicóptero… ¡Sí! O si comemos pipas o chorizo o… salchichón. Sí. Bien. O si lo pintamos de verde, de amarillo o de azul. Hay muchas cosas para negociar. 

 

Pero la liberación que la vida me ha dado, a través de la Creación que permanentemente me mantiene, ¡no es negociable con ningún ser humano!
 
Nos han gestado liberados para enamorarnos y deambular por el Infinito. 

 

No nos han gestado para esclavizarnos unos a otros… y quedarnos en lo finito.
 

+++

bottom of page