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LEMA ORANTE

“Si se está en el Abismo de lo Insondable, ¿qué necesidad tenemos de la razón?”

JLP 16112025

 

Nos llaman desde lo Insondable, desde los abismos de la Creación, en estos referenciales llamados “espacios”, “universos”…

 

Y ante lo Insondable, nos refugiamos en lo dominado, en lo controlado, en lo tangible, en eso que llegó para quedarse, llamado “razonable”. Y se fue haciendo una estructura del ser, con ladrillos prietos… y mucho aislante.

 

Desde lo Insondable del Misterio Creador, nos llaman a situarnos en esas referencias, sin posesión, sin limitación, sin arquitectura, sin razón.

 

Y pareciera que, al estar sin razón… Y como se suele decir: “Ha perdido la razón”.

 

“Y ha encontrado lo Insondable” –eso no se suele decir-.

 

Y sí. Se dice que cuando la persona pierde la razón, pierde los ladrillos estructurales de su “idea”… de lo que es y lo que no es.

 

Y claro, en ese refugio de ladrillos, cuando la razón no se ejercita, pareciera que nada existiera.

 

Pero si se está en el Abismo de lo Insondable, ¿qué necesidad tenemos de la razón? ¿Para qué sirve, en esas referencias?

 

.- Pero, entonces… –nos preguntaríamos y nos preguntamos-. Pero ¡existe la razón!

 

.- Existe la prisión…; que se ha ido ejercitando y construyendo en base a no asumir la naturaleza insondable.

 

.- ¿Y por qué no se asume?

 

.- Porque resulta… resulta ser una consciencia perdida.

 

.- ¿Perdida?

 

.- Sí. Perdida en los Abismos Insondables.

 

.- Pero ahí, ¿se pierde algo…?

 

En los Abismos Insondables, nada se pierde.

 

Sí. El ser fue –cierto es- perdiendo esa consciencia de insondable permanencia. Y la fue perdiendo porque,

en su configuración, en vez de contemplar la trascendencia…

 

.- ¿Contemplar la trascendencia…?

 

Sí. En vez de contemplar la trascendencia, se dedicó a envolverse en su inmanencia.

 

Que dicho de otra forma más entendible –suponiendo que lo dicho no se ha entendido, que podría ser hasta una ofensa- pero, dicho de otra forma, es “la historia del caracol”.

 

Sí.

 

Todos sabemos –¿verdad?- que, los gusanos de seda, su objetivo en la vida no es fabricar seda. ¡No! La seda la emplean para un tiempo de transfiguración. Luego se abre la puerta y aparece una mariposa. Ese cambio de reptar a volar es como pasar de la razón a… el Amor. ¡Parecido! ¡Bueno, no! ¡O sí! ¡Puede ser!

 

Pero, para explicarlo más claro –que decíamos- por si aquello de la inmanencia no se entendiera…

 

Se está complicando. Sí, pero quedémonos con la imagen de la mariposa.

 

¡No, no pierdan la referencia! Estamos en la Llamada Orante. Pero permitan, permitan que la Llamada Orante se exprese como le dé la gana. No le impongamos el rito de la “¡rrrrrrrr!” [1]. Se entiende eso ¿no?: ¡Rrrrrrrr!

 

Mariposa… Sí. Mariposa.

 

Y hete aquí que todo estaba muy bien descrito, del paso del gusano a la mariposa. Pero…

 

Y esa es una de las referencias de la Llamada Orante de ahora: “el paso de la mariposa al caracol”.

 

.- ¿El paso de la mariposa al caracol?

 

.- ¡Sí!

 

¡Hombre! No es lo mismo reptar como gusano que reptar como caracol. El caracol tiene babita y… más suave, más rítmico, tiene más swing. Parece un “soul” venido a más. No venido a menos. Más.

 

.- Pero… ¿y las alas?

 

.- Se convirtieron en casa; en la cabaña del caracol.

 

Sí. Algún día se recordará esta explicación... ¡bueno!, difícil de clasificar. Pero una explicación: “el teorema de la mariposa y el caracol” –podríamos decir-, o “la paradoja de la mariposa y el caracol”, a propósito de nuestra trascendencia e inmanencia en la Creación, desde el Insondable Misterio Creador.

 

Y erase una vez un gusanito que no sabía que se iba a convertir en volador. Conocía bien las texturas de la materia. Reptaba y reptaba desafiando la gravedad y desafiando cualquier estructura.

 

¡Pero en un determinado momento!, algo… algo cambió. Dejó de reptar, se aquietó… y se envolvió sobre sí mismo.

 

Parecía inmanente, pero no. Eso era sólo latente.

 

Una vez configuradas las transfiguraciones –que eran secretas, porque estaban realizándose en la oscuridad, envueltas-… la puerta se abrió.

 

Y aparecieron las alas, como si fuera una canción. Se movían de una forma u otra: en clave de sol, en clave de fa… La verdad es que no les importaba mucho en qué clave estaban. Se movían… sin tocar el suelo.

 

Y he aquí que, en un impulso inesperado, tan inesperado como cuando llegó la quietud, dejó de contactar con el suelo. Y ¡voilà, voilà, voilà!… la mariposa apareció.

 

Podría decirse que ése sería nuestro destino: volar y volar… como expresión de no impedimento, como expresión de perspectiva, como expresión de no ataduras, no impedimentos.

 

Pero, claro, vivir así… –nt, nt, nt, nt- no parecía muy rentable. Aunque, entre vuelo y vuelo, la mariposa se posaba… y ¡andaba!

 

¿Qué, qué extraño aire llegó, para que las alas se plegaran y se convirtieran en caparazón, y el cuerpo agusanado se hiciera blando y navegara a ritmo de blues… ¡cargado de alas convertidas en cascarón!?

 

.- ¿Y eso es todo?

 

.- No… no. Pero es una llamada desde el Insondable Infinito suspendido en la nada, para advertirnos, por lo menos, de que nos apercibamos un poco de que podemos estar en diferentes fases: gusanos, crisálidos, mariposa, caracoles…

 

.- ¿Y ahí se acaba?

 

.- ¡No!...

 

.- ¿Y cómo sigue?

 

.- ¡Ah! El gusano no tenía antenas. El caracol, sí.

 

.- ¡Antenas?

 

.- Antenas para escuchar, para orientarse, para referenciarse, para sintonizarse…

 

Quizás se esté en ese momento… –¡intemporal!, claro, pero podría decirse que dura miles de años o millones-, buscando la sintonía, buscando el contacto.

 

¡Ay! ¡Se asustó la vida, de volar! Y las frágiles alas se convirtieron en dura queratina envolvente, para la seguridad.

 

Y de gusano indefenso que aspiraba a volar, se gestó un gusano con la posibilidad de sintonizar.

 

Ciertamente, la Creación es generosa.

 

Sí. Somos antenas que se orientan hacia un lado, hacia otro, que escuchan… A veces entienden, otras veces no…

 

Interpretan.

 

Cuando lo que perciben no es… así, de su estricto control, se incrustan en su caparazón para así tener la seguridad de que, con la dureza de su cubierta, no hay riesgo.

 

¡Sí! Se podría pensar ciertamente que quien dice un caracol, dice una tortuga. ¡No! ¡No es lo mismo! ¡La tortuga no tiene antenas!... –con todo el respeto a las tortugas-.

 

Sí, sí. Es obvio y evidente que nada de esto es cuerdo. Pero nos llamaron desde el Infinito Insondable… y eso no tiene ni pies ni cabeza.

 

Se corre el riesgo –es cierto- de que, cuando nos llaman así, pues nos riamos o desconectemos o pensemos que… –¡ah!, ¡sí!- que: “¡Esto es poco serio!, porque ¡no es razonable!, ¡no es sensato!, no me… ¡no me impresiona!”.

 

¿No? ¡Qué pena!

 

Ciertamente, se podría decir que, al situarse en lo Insondable Infinito, ¡en fin!, no parece que seamos expertos en esas áreas, en donde nuestras capacidades no-tienen-ninguna-importancia.

 

¡Ahhh! Será eso.

 

.- ¿Y ahora qué hago yo, en el infinito insondable?

 

.- ¿Hacer…? ¿Hacer? ¡Qué vulgaridad!

 

Sí. La Llamada Orante nos contrasta. O nos da con el traste en el suelo –depende de cómo se interprete-. Contrasta esa vanidosa posesión de la razón, la lógica, el entendimiento, la comprensión, la intelectualidad… con la nada existencial, pero sensible.

 

Qué lejos está –¿verdad?- esta Llamada Orante, de la plegaria religiosa, de la figura angelical…

 

Por cierto: los ángeles llevaban alas. ¡Bueno!, eso nos contaban. En el fondo, eran mariposas.

 

El caso es que, en la fase de caracoles en que estamos, con las antenas dispuestas, podemos sintonizarnos con esa vivencia en la que no hay renta ni beneficio, ni túneles con luces, ni ná… ná… ¡ná! Eso.

 

Desde el silencio de la Nada sin distancias, nos encontramos sin argumentos…

 

Y sin ellos, nos liberamos de la arquitectura del ladrillo, de la imposición de los deberes, las costumbres, los ritos y las obligaciones.

 

Y con esa perspectiva, nos orientamos hacia un estar, un convivir, un transitar… sin pegatinas, sin eslóganes, sin justicias.

 

¡Al fin!...

 

.- ¿Al fin?

 

¡Sí! Como expresión: “¡Al fin desnudos!”.

 

Sí. Al llamarnos a orar nos muestran nuestra desnudez, ¡la estupidez de nuestras planeadas estructuras “de mentes”! Pero de “demencias”, ¿eh? Sí, de esas que… de esas que se tratan de arreglar, o de esas mentes que se tratan de deteriorar.

 

¿Quién pone la referencia? ¿¡Quién es el sensato!?

 

Todo, toda esa estructura, todas esas conjeturas, todas esas envolturas de queratina dura, son vanidades.

 

Decía un dicho: “Dios se ríe de los planes de los hombres”. ¿Nada más que reírse?

Pero al hombre, en su envoltura, no parece importarle. Renuncia al Insondable Infinito suspendido de la nada, porque ahí no puede ejercitarse, ahí no puede dogmatizar, ahí no puede decir y reclamar… ni dictar qué se tiene que comer, cómo se tiene que dormir, con quién me tengo que relacionar, qué me interesa, qué no me interesa… Todo eso es vanidad.

 

La Llamada Orante, desde el Insondable Infinito Creador, nos orienta –sin orientaciones- hacia nuestro Origen, para que salgamos de la cápsula, de la envoltura –¿segura?- del caracol.

 

Dejar-se que el aliento del viento nos empuje hacia las eternidades… desapareciendo.

 

Sí. Desapareciendo de esta arquitectura.

 

Atreverse a ser color de amanecer…; aroma de atardecer…; inspiración de un canto.

 

Desde ese Insondable Infinito, nos llaman para que reorientemos nuestras antenas; para que descubramos las vanidades estructurales; para que deshagamos lo opresivo y pesado; para que sepamos situarnos en una fantasía andante… capaz de meditar y contemplar sin la angustia de saber o no saber, de tener o no tener. Sin dualidad. Con la certeza de ser ¡un tránsito eterno!...

 

Y con esa certeza de ser un tránsito eterno, cualquier llamada “dificultad”, “obstáculo”, “impedimento”… todo eso se disuelve…

 

Porque no es Creación.

 

Es manipulación, es control, es dominio…

 

Cuando el silencio nos envuelve, sólo nos queda el recurso de Amar.

 

+++

[1] Sonido como de sierra

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